Se estaba haciendo de noche y Natalia jugaba con su muñeca preferida, su muñequita de trapo, a la que tanto quería. Su padre se la había regalado antes de marcharse de viaje de negocios, trabajaba demasiado y le echaba mucho de menos, pero al menos tenía a Margot, su muñeca.
-Hoy te voy a poner este vestido rojo porque vas a ir a la fiesta que celebran en el palacio para conocer al príncipe. Serás la más hermosa.
La puerta de Natalia se abrió…
-¡Vamos niña, ya es hora de irse a la cama!- dijo Manuela, el ama de llaves.
Natalia dejó a Margot reluciente con su vestido rojo encima de la cómoda y se metió en la cama.
Cuando se quedó dormida, la muñeca se levantó y corrió en busca de sus amigos para salir al jardín.
-¡Vamos oso, arriba conejo, venga bebé, ya se ha quedado dormida!
Los juguetes se fueron despertando y salieron despacito por la ventana para no despertar a Natalia. Corrieron y bailaron como cada noche, Margot estaba realmente deslumbrante con su vestido de fiesta, pero entre tanto salto y movimiento, la muñeca tuvo la mala suerte de quedar enganchada en un rosal. El vestido se desgarró y el cuerpo de Margot quedó rasgado. Herida y preocupada comenzó a llorar.
¡Ay, ay, ¿qué voy a hacer yo ahora?, ¡me duele!, ¡ay, el vestido! Sus amigos, nerviosos, no sabían que hacer con ella y además tenían que volver antes de que Natalia despertara.
Entonces el rosal les dijo:
-Tranquilos, no os preocupéis, yo os ayudaré.
El rosal, con una de sus ramas, ayudó a Natalia a salir del enganche, después cogió uno de sus tallos y una de sus espinas y elaboró así las herramientas para coser a la niña el vestido y también su cuerpo rasgado. Le puso uno de sus pétalos frescos por el último riego y lo puso sobre las zonas doloridas para calmar su dolor.
La niña agradeció al rosal todo lo que había hecho por ella y corrieron hasta la habitación antes de que Natalia despertara.
A la mañana siguiente, cuando la niña se levantó fue a abrazar a su muñeca de trapo, pero cuál fue su sorpresa cuando de su cuerpo desprendía un aroma a rosas que abarcaba toda la alcoba. La niña sonrió y pensó que eso era cosa de su padre para que, en su ausencia, se acordara siempre de él.
Desde entonces, Margot baja cada noche al jardín para volver a perfumarse con los pétalos del rosal y así hacer feliz a Natalia en la ausencia de su papá.
Clara Ortega
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